UNA NOCHE CON TEINA

 Hay historias que no duran mucho, pero sí lo suficiente como para dejarte despierta más de una noche. Como una taza de té demasiada cargada antes de dormir, él llegó así: suave al principio, pero con un efecto que no supe prever.

Esta historia que voy a compartir contigo, se remonta a un tiempo atrás. Se trata de un tipo que conocí, que, obviamente como el 85% de mis aventuras, son al otro lado del océano...Esta vez, viajamos hasta Argentina. 

Nos encontramos en ese universo paralelo que es el mundo digital, donde las miradas no se cruzan, pero las palabras sí. Él, escribía bonito, hablaba lento, me preguntaba cosas con interés real. Y yo, que soy puro corazón cuando me ilusiono, me dejé llevar. 

Fue rápido, fue intenso. Hablábamos casi todos los días, compartimos audios, fotos, sueños. Me hablaba de venir a verme, de viajar, de sus planes, de una vida simple pero plena. Y yo, empecé a imaginarlo, como si ya lo conociera, como si el océano no importara tanto, creyendo que las ganas eran sinceras.

Pero hay personas, que tienen una capacidad extraordinaria para decir lo justo, para aparecer con fuerza, y luego irse sin aviso. 

Pasaron dos meses desde la primera vez que le ví, y algo empezó a cambiar. Sus mensajes perdieron brillo. Ya no había casi preguntas, el chat que manteníamos era soso y escueto… y ya no había planes. Sólo respuestas breves, silencios largos, excusas disfrazadas de ocupaciones. Una parte de mí no quería aceptarlo. Me decía que quizás estaba pasando un mal momento, que tuviera paciencia. Pero hay un punto, en que el alma lo sabe. 

Cuando alguien quiere estar, está. Así de simple. Y aunque duele, aprendí, (otra vez) que no se puede sostener un puente sola.

Esa noche en la que, entendí que, él no volvería con la misma intensidad con la que llegó, me hice un té. De esos fuertes, que te quitan el sueño. Me senté en la cama, lo solté mentalmente, y me prometí algo: nunca más ilusionarme de palabras sin acciones.

Porque el amor, el de verdad, no desaparece cuando se apagan las luces del teléfono. Se queda, se cuida, se cultiva. Una, tiene que estar para amores enteros, para noches sin teína.

En mis vuelos, hablo con tanta gente que a veces, siento que el avión es un confesionario flotante. Y entre nubes y turbulencias, la gente me dice cosas como:

— "Juliet!!no te cases ni te enamores, estar soltera es maravilloso".

— "el amor que dura no necesita papeles… y el que no dura, ni aunque te cases lo salva".

— Pero yo aún quiero ilusionarme—les digo.

—"Claro que sí, me responde "X", pero con los pies en la tierra. Y si te ilusionas, que sea con alguien que se suba al mismo avión que vos". 

Yo sonrío. Porque en el fondo, sigo creyendo en el amor. Demostrar, construir, cuidar,  por sobre todas las cosas que lo luchar (siempre sanamente), son verbos que bajo mi punto de vista, van enlazados con la palabra AMOR.

Porque si un amor te desvela, que sea de emoción, no de duda. Y si te deja con más preguntas que paz… no es ahí. Me despido otro día más, y te comparto una frase que leí en instagram que me gusta mucho, creo que la añadiré a mi lista de mantras, y es la siguiente: 

RECUERDA: “la vida empieza muchas veces”.

Un saludo y muchas gracias por leerme.


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